Las relaciones que se establecen a cualquier nivel y las decisiones tomadas en la vida son un reflejo directo de la relación que cada persona tiene con uno mismo. Resulta muy complicado construir relaciones saludables si no se tiene un trato amable y compasivo hacia uno mismo, si el diálogo interno es severamente crítico, si se es exigente en exceso o si no se permite una conexión profunda con las propias emociones.

Todos hemos escuchado alguna vez la frase “si no te quieres tú, nadie te va a querer”, o de alguna forma similar. En realidad, cada persona merece sentirse amada en todo momento y es digna de amor. Sin embargo, no solo merecemos un amor externo bonito, sino también es importante trabajar el amor hacia uno mismo para cuidarnos nosotros en cualquier situacuón.

Este es uno de los grandes desafíos que se presentan cuando se entra en relaciones con baja autoestima, ya que la persona se tiende a colocar por debajo de los demás y se dificulta establecer una conexión con el valor propio. Se puede idealizar a la otra persona y a la relación, y al no sentirse suficiente, se hace un esfuerzo excesivo para ser amado, se cruzan los propios límites para encajar y no se comunican las necesidades con el fin de no «estropear las cosas».

El resultado de todo esto puede ser quedarse en relaciones que no aportan nada o incluso que causan daño, debido a la sensación subyacente de no merecer algo mejor y de ser difíciles de amar.

Además, cuando se comienza una relación con esa necesidad excesiva de cariño y atención y se necesita que la otra persona nos elija para sentirnos mejor, el enfoque siempre estará dirigido hacia afuera y no hacia uno mismo. Esto hace que:

  1. No se establece una conexión con las propias necesidades.
  2. El objetivo principal es ser elegido, lo que lleva a pasar por alto cómo uno se siente en la relación y si se está construyendo una relación sana.
  3. Se presta demasiada atención a cómo se sienten los demás y no a cómo uno mismo se siente.
  4. Las acciones se rigen por los miedos e inseguridades propios: miedo a no gustar, miedo a no ser importante, miedo a no ser valorado, miedo a no ser amado, etc.

Por supuesto, todas las personas necesitamos cariño y atención de los demás. Esto no implica que seamos dependientes, sino que somos seres humanos. No obstante, es esencial encontrar un equilibrio entre la autoestima que proviene del exterior y la autoestima que cultivamos internamente.

Si no nos conocemos, cuidamos y amamos a nosotros mismos, es probable que depositemos demasiado en nuestras relaciones.

Por lo tanto, os invitamos a reflexionar sobre esto y a hacerte las las siguientes preguntas:

  • ¿Escuchas y validas tus emociones?
  • ¿Expresas lo que sientes?
  • ¿Conectas con tus necesidades dentro de tus relaciones?
  • ¿Comunicas lo que es importante para ti?
  • ¿Qué haces cuando la otra persona no es sensible o no valida tus sentimientos? ¿Esto te hace dudar de ti mismo o experimentar emociones desagradables?

Es fundamental abordar estas preguntas y comenzar a poner el foco en uno mismo, reconociendo la importancia de cuidar de nosotros en nuestras relaciones.