La semana pasada nos encontramos con el titular que os presentamos en la imagen de este blog. Y esto no es nada puntual, constantemente estamos expuestos a titulares y noticias similares a esta.
Esta conocida revista escribe en su noticia cosas como:
- “Nunca es buen momento para hacer una dieta. Pero llega el 1 de septiembre y te acuerdas de la madre del ‘pescaíto frito’ y de la que parió al helado de tutti frutti”.
- “Prepárense a morir de envidia: 20 kilos, la pequeña de las hermanas y 15, la mayor”.
- “Se tenían la una a la otra para darse apoyo, sin permitir que la fuerza de voluntad les flaqueara”.
- “Y el verano es buena fecha, porque es cuando te apetece comer más ligero…”.
Las denominadas como “dietas milagro” se describen como programas de adelgazamiento que garantizan lograr una rápida reducción de peso sin necesidad de esforzarse demasiado.
Los meses cálidos y el período después de las fiestas navideñas son los momentos preferidos por los promotores de este tipo de programas para infiltrarse en nuestras vidas: correos electrónicos, portadas de revistas, programas de televisión…
Pero, ¿realmente cumplen lo que dicen que van a cumplir? Bueno, probablemente en parte sí. Seguramente la persona que cumple estrictamente la dieta consiga adelgazar. Pero, ¿esto dura para siempre? No, muchas veces ni a corto plazo, acompañado de muchas consecuencias, tanto psicológicas como físicas.
A nivel nutricional y físico, cuando se realizan dietas hipocalóricas durante un tiempo prolongado es muy común observar sensaciones de debilidad, mareos, desmayos… Además, se producen alteraciones en el ritmo intestinal y posiblemente aparezcan déficits nutricionales (ya sea de calcio con la consiguiente osteopenia u osteoporosis, déficits de vitaminas y minerales, déficit de hierro y anemia…). Todo este tipo de consecuencias a nivel físico hacen que este patrón alimentario no pueda ser sostenible a largo plazo, con la posible vuelta a los hábitos previos y al conocido «efecto rebote».
Y esto no va solo, sino que también aparecen una serie de consecuencias psicológicas como sensación de fracaso, frustración, gestión emocional alterada, alteración del sueño que hace que estés en alerta…
Por último, no podemos olvidar que las dietas milagro refuerzan la conexión entre la salud y el peso corporal, lo que incrementa la posibilidad de desarrollar trastornos de la conducta alimentario. Las dietas milagro nunca son adecuadas ya que fomentan malos hábitos, favorecen los déficits nutricionales y no son sostenibles en el tiempo, que es un punto fundamental a tener en cuenta cuando se busca un cambio de hábitos sostenible y satisfactorio.