Hace unos años no nos imaginábamos que las redes sociales llegarían a ser un elemento protagonista en las vidas de miles de millones de personas. Son aplicaciones que tienen un fin de entretenimiento, diversión, educación… pero también nos condicionan y perjudican como puede ser en el caso de los TCA.

En las redes sociales se comparten imágenes y publicaciones muy editadas, proyectando una idea distorsionada de la realidad. Podemos encontrar siluetas esbeltas sin marcas, estrías o celulitis; pieles lisas y bronceadas sin arrugas, marcas o granitos… Y este tipo de contenido es un estímulo constante para muchísimas personas.

Para muchas personas esto no tiene gran importancia, pero para alguien que tiene dificultades con su imagen corporal puede ser un factor de riesgo para aumentar las inseguridades. Además, subir imágenes personales a las redes sociales expone a las jóvenes a una evaluación constante para la que, en muchos casos, no están preparadas.

Otro aspecto negativo a tener en cuenta es el tiempo de exposición a las redes sociales. Se ha observado como un mayor tiempo en las redes sociales se relaciona con una mayor probabilidad de padecer un TCA, así como de tener una autoestima más baja, ansiedad o depresión. Estos efectos negativos se potencian si el contenido que se visualiza es relacionado con cuentas de salud, fitness, moda…

Esto no quiere decir que todas las adolescentes que tienen redes sociales vayan a estar en riesgo de padecer un TCA. Cada persona reacciona a los estímulos de manera diferente, y las circunstancias y vulnerabilidades individuales marcarán en gran parte el desarrollo de este trastorno.

No obstante, limitar el tiempo de uso de redes sociales es una opción adecuada en muchos casos, y educar sobre un buen manejo de estas aplicaciones es algo muy importante en los jóvenes. Una buena comunicación familiar y observar si hay cambios de comportamiento, de amistades, de carácter… pueden alertarnos y ayudar a identificar la aparición de cualquier trastorno.